sábado, 27 de marzo de 2010

Huellas, sombras, fantasmas... Marxismo hoy.

Medio en broma medio en serio algunos y algunas de quienes constituímos estas comunidades de estudio y aprendizaje que son nuestros cursos hemos visto como através de algunas redes sociales telemáticas puede también avanzarse en algunas cosas...
Parte de los primeros de bachillerato os váis en un mes de viaje a Londres... Ya os he comentado que podéis entreteneros en buscar 'la sombra de Marx (y Engels)' por esa ciudad... Esa sombra tiene forma de biblioteca, de casa, de cementerio... y de pub; que era la referencia que os puede agradar más...
Medio en broma medio, en serio, también, os comentaba a través de una de esas redes que decía, que podríais aprovechar para hacer un trabajillo en inglés sobre esos filósofos...
Tanto para quienes viajáis como para quienes no (que tenemos que pensar en otros viajes para esos días, aunque sean virtuales) os adjunto un texto un pelín largo y que tiene ya unos cuantos años y unos enlaces a otro artículo algo más complejo. Sobrepasan el nivel que el temario y la programación nos marcan, por eso me he sacado de la manga otra 'etiqueta': "para saber más".

Primero el enlace. Va a una entrada de "Pensar, escribir, resistir" desde la que podéis acceder por dos vías distintas al artículo 'Ética, derecho y política en la Filosofía de la Historia: Hegel y Marx".

Y ahora el artículo...



Es mi intención ser lo más breve posible. Más que un análisis profundo y pormenorizado sobre el marxismo, sobre la actualidad del marxismo, mi exposición se limitará a dar una serie de pinceladas, a trazar algunas coordenadas. Más que poner encima de la mesa unas ideas acabadas, pretendo hacer una invitación al debate. Al debate aquí (y cuanto menos tarde yo en terminar, más tiempo habrá para él) pero, sobre todo, al debate fuera de esta sala: en una calle en la que es patente si no la ausencia, sí la escasez de pensamiento y actividad críticos.

A lo largo de mi intervención utilizaré el término marxismo, consciente de lo complejo y problemático que es y pese a que, personalmente, prefiero su uso en plural; pues en esta heteróclita corriente de pensamiento se han dado, a lo largo de su historia, diferencias en interpretaciones y elaboraciones, tanto teóricas como prácticas, que permiten hablar de Marxismos.

A efectos de lo que quiero plantear, el matiz, la diferencia, entre decir "marxismo hoy" o "marxismos hoy", no es que sea irrelevante, pero tampoco es algo en lo que sea necesario detenerse en exceso.

En uno y otro caso habría que empezar recordando que es una cuestión vieja, que ya ha tenido otros episodios y que casi es una constante desde que algunos coetáneos de Marx y Engels (al margen de contribuir con originalidad a la literatura fundacional marxista) tradujeran, interpretaran o "simplificaran" sus textos e ideas.

Pareciera que el pensarse, el autocuestionarse, fuera una característica innata al marxismo. Aunque en la práctica esta constante no lo haya sido tanto y no se haya traducido siempre en reflexión crítica y autocrítica. Cuando se dice, por ejemplo, que el sectarismo es una de las claves para entender la historia lejana y reciente de la izquierda, es por algo.


No es, repito, una cuestión nueva (y tampoco yo voy a decir cosas muy originales); pero es obvio que de un tiempo a esta parte ha adquirido unas características que la diferencian de momentos anteriores. Nos preguntamos por el marxismo en un hoy caracterizado por una crisis sin parangón, e incluso, en muchos sentidos, por la muerte del mismo.

La tendencia, ya de años, a la generalización y despolitización del marxismo, ha llevado a una situación en la que este sobrevive, sobre todo, como un elemento más -difuso- constitutivo de nuestra cultura, en general, y la cultura "académica", en particular.

Así, de un lado, nuestra sociedad es marxista en la misma medida, o casi, que lo es cartesiana, kantiana, hegeliana, freudiana u otras "anas". De otro, las estanterías de las bibliotecas de nuestras facultades recogen la obra de Marx, Engels y otros pensadores y pensadoras ligados, de una u otra forma, al marxismo; dejando de lado el sentido e intención revolucionarios de la mayoría de esos textos y biografías.

El filósofo francés Jacques Derrida insiste, en su último libro, en algo que, hace ya tiempo, se temía y denunciaba: la cultura política ha declarado la caducidad del marxismo, la cultura académica ha certificado su muerte y la cultura periodística lo ha sepultado bajo el evangelio de la democracia liberal y el mercado mundial.

Obviamente, los aspectos de esta crisis son varios y complejos hasta el punto de que no todo lo acaecido en torno al marxismo, en estados como el nuestro, es encuadrable bajo la simplificación que acabo de hacer. Detenernos en los pormenores de esa crisis, desde las formas que adquirió en América Latina a la caída del muro, pasando por el eurocomunismo (por citar un capítulo concreto) nos obligaría a estar aquí hasta las tantas.


Es un hecho, en todo caso, que de la "euforia" de los 70, -en los que parecía haber llegado el momento de que la izquierda diera pasos adelante, es más, grandes pasos, políticos e ideológicos- y tras la debacle de los 80 -con un marxismo perdiendo credibilidad a pasos agigantados, unas izquierdas radicales arrinconadas, y otras izquierdas desempeñando, o queriendo desempeñar, el papel de gestores de los intereses del capital-; los 90, en los que vivimos y laboramos, son años en los que definitivamente el marxismo ha dejado de ser una forma "generalizada" de ver y entender el mundo, siendo, incluso, algo ajeno, lejano, para las gentes jóvenes que se incorporan al trabajar por la emancipación, la justicia, la paz, la libertad,... Basta echar un vistazo a la Universidad de hace quince o veinte años y a la actual, a los nuevos movimientos sociales, a los no tan nuevos, a nuestro puesto de trabajo, a la cola del paro,... para que quede claro lo que quiero decir.

No hay que llevarse las manos a la cabeza cuando, desde esta perspectiva, se reconoce que el marxismo está, cuando menos, muy muy moribundo. Y yo no tengo ningún recato en afirmar, como ya había hecho disimuladamente, que más que moribundo está, si no en todos, en bastantes aspectos, muerto. Reconozco, no obstante, que esta afirmación tiene bastante de provocador, en el buen sentido de la palabra. Son afirmaciones tan tajantes las que suelen abrir el camino al debate que, insisto, es mi objetivo.

Si se desea ser menos tajante, siempre es posible cambiar la metáfora, sustituir esa muerte por un coma profundo y eliminar tropos venideros como el de “velatorio” o “fantasma” hablando en su lugar de una sala de espera o visitas en la que se debate sobre el enfermo crónico.


Quedamos pues, en todo caso, que el marxismo ha muerto.

Dos son las perspectivas, cuando menos, desde las que cabe hacer esta afirmación:

Una, aquella que inmediatamente lanza loas y aleluyas a la sociedad en que vivimos. Es la perspectiva "mayoritaria" (en realidad la perspectiva mayoritaria sería la marcada por la indiferencia), la encarnada por el señor Fukuyama, por los apologistas del neoliberalismo, y hoy día menos beligerante que hace cuatro o cinco años.

La otra (aunque no debiera ser necesario, diré que es con la que me identifico) es aquella que piensa el marxismo -y vuelvo al citado Derrida- como un espectro en un mundo asediado por fantasmas de tiempos pretéritos. Desde este punto de vista, el marxismo estaría muerto, aunque quizás no enterrado, y es su fantasma el que, en ocasiones, aparece asustándonos incluso a nosotros y nosotras. De esta forma, el marxismo no es sólo una herencia cultural difuminada sino que puede ser también una herencia concreta, palpable pese a ser, siguiendo con la metáfora, espectral. Desde este punto de vista, también, si algo hay que defender no es el marxismo, así, en general, sino cierto "espíritu del marxismo".

Este velatorio -así cabe definir la situación del marxismo hoy- tiene, en cualquier caso, aspectos "positivos". Entre la gente que sigue considerando que la realidad que nos ha tocado vivir debe transformarse de raíz, es raro ver u oir a alguien citar a Marx, a Engels o a quien sea, como una autoridad dogmática. Además, si hurgamos con paciencia y amplitud de miras entre la herencia palpable a la que me acabo de referir, podemos encontrar no pocos toques de atención sobre los sectarismos y la soberbia que, aún hoy, nos impregnan.

Esta muerte tan sui géneris parece haberse llevado consigo (por desgracia nada garantiza que para siempre) creencias como la de que ser marxista era sinónimo de poseedor de verdades irrefutables; como la de que existía un único y auténtico marxismo (que solía coincidir con el de uno o una); como la de que, bajo la teoría marxista, quedaba definido casi todo o podía analizarse y encontrar sentido a todo;... o como la de que todo cuanto quedaba fuera del marxismo (incluidos otros pensamientos y actuaciones transformadores) era algo inferior.

También nos ha dejado algunas cosas: Muchos de los valores del marxismo permanecen aún vigentes. Aunque justo es decir que no todos son exclusivos del marxismo y necesario es recordar que no todos constituyen una herencia aceptable, positiva.

La promesa, la esperanza, emancipatoria, más mesiánica y mítica que racional, es otra de esas cosas -tampoco exclusiva- que nos ha dejado; aunque maltrecha por la descomposición de la utopía marxista y la pérdida de vigor, en general, de la propia idea de utopía.


Pero la presencia más relevante de este fantasma es la que adquiere forma de sparring. Huyendo de lo amargo y lo agrio, de la autocomplacencia y la autoexculpación, y sobre todo del desencanto, cabe tener un ajuste de cuentas con el marxismo. Un ajuste de cuentas en forma de lectura, re-lectura, diálogo, discusión,... que permita cierto rearme político e ideológico de lo zocato, de lo alternativo, para hacer frente al diluvio neoconservador que nos empapa ya y amenaza con inundarnos; pero también para ir más allá.

Un ajuste de cuentas que hay que realizar, también, con otras tradiciones revolucionarias. Tradiciones (incluida el marxismo) insuficientes, hay que tenerlo en cuenta, para hacer frente a los problemas a que hoy en día nos enfrentamos.

Someter a crítica, o volver a hacerlo en algunos casos, por ejemplo, la concepción materialista de la Historia, el sentido ascendente de esta, la concepción de desarrollo y progreso mayoritaria en el marxismo, los mitos ligados a la figura del proletariado, ...y un larguísimo etcétera (todo, en definitiva).

El papel del marxismo hoy no es, en este sentido, el de ideología global o cosmovisión, sino el de sujeto de lectura, de adaptación, de crítica, de transformación,... Es, pues, un papel secundario, en el sentido de que el protagonismo ha de recaer en quienes realicen esas lecturas... Somos nosotros y nosotras quienes hemos de analizar las preguntas y dar respuesta a los problemas de nuestro entorno, inmediato o lejano.

Se puede, así, reivindicar cierta vigencia del marxismo, como se puede y se debe reivindicar su contenido revolucionario, aunque el contenido revolucionario del pensamiento y práctica actuales, si es que existe, pueda y deba ser otro o distinto.

Reivindicar los marxismos, como reivindicar los anarquismos o los comunismos pre-marxistas, debiera ser sinónimo de reivindicar el debate teórico, la discusión de ideas y propuestas que, bien mirado, sólo aparentemente están lejos de la calle. Una calle a la que me refería al principio y que, al margen de lugar de paseo, encuentro y manifestación; también puede ser espacio de pensamiento crítico.


Desde este punto de vista, la cuestión "marxismo hoy" debe entenderse circunscrita a la más amplia "actitudes revolucionarias, hoy". Y la citada reivindicación, como una herramienta (no la única ni la más importante) para defender esas actitudes ideológicas, sentimentales,... con tantos rostros como personas las encarnan, de crítica voraz a muchos aspectos de la vida social, política, cultural, económica,...; para defender la voluntad de llevar a cabo una transformación global y radical de la sociedad.


Carlos S. Olmo Bau




martes, 2 de marzo de 2010

Hibridación.

Hemos manejado en clase un concepto algo raro en filosofía, el de hibridación. Para complementar ese uso enlazo a un artículo sobre danza integrada titulado "Hibridaciones a ruedapié".
Podéis acceder a él a través de 'Pensar, escribir, resistir' o directamente en la web de 'Pensamiento Crítico'.
El artículo fue publicado originalmente en el número 187 de la revista Página Abierta.